Junto al agua: 14 mil años de rituales en el sudoeste bonaerense

Por Estimado Matías.

Pienso en el agua, en el fuego y en la música. Elementos fundamentales para el ser humano desde que es humano. Puedo irme 14 mil años atrás y recrear en mi cabeza a un grupo de personas alrededor del fuego, en una noche estrellada, a la vera de un rio, al costado del mar, o cerca de un lago. Seguro van a comer algo, cuando terminen de alimentar su cuerpo con carne y agua, van a alimentar su espíritu, fortalecer sus vínculos, van a conocerse otra vez, haciendo música. Empiezan con unos balbuceos que no distingo, un idioma y unas melodías que me son difíciles de procesar,  uno del grupo acompaña haciendo ritmo con golpes en el cuerpo, otro golpea unas piedras, otro un tronco que más tarde arde en el fuego. No sé qué tan realista puede ser mi recreación, de lo que estoy seguro es que el agua y la música acompañan al ser humano en toda su historia.
Vuelvo acá, al siglo XXI, a Latinoamerica, a Argentina, al sudoeste bonaerense, que es el lugar que conozco bien. Hubo muchos cambios y revoluciones en 14 mil años, pero algunas cuestiones siguen casi iguales. Ahora usamos instrumentos de música, o dispositivo electrónico para poder reproducirla; tenemos encendedores y fogones para nuestro fuego; también tenemos piletas, tanques, diques, tecnología que nos permite fabricar espejos de agua.

El agua y la musica acompañan al ser humano en toda su historia


Allá por el 2005 cuando tenía 15 años, durante varios veranos los recitales de música más grande del sudoeste se hacían a unos metros de Epecuén, el lago con una de las aguas mas saladas del mundo; llegaba gente de toda la región para ver a Divididos, Babasónicos, Pimpinelas, La Portuaria, Attaque 77, Catupecu Machu, Miranda, Kapanga y muchas bandas más. Era la única oportunidad que teníamos los pueblerinos para asistir a mega recitales sin tener que ir a la capital.
Todos los 21 de septiembre, los jóvenes del sudoeste comulgan a la costa Atlántica para celebrar el día de la primavera y del estudiante, llegan hasta Monte Hermoso miles y miles de chicos y chicas desde Dorrego, Bahía Blanca, Pigué, Príngles, Suarez, Tornquinst, y varias ciudades y pueblos. Se pasan el día dando vueltas por la playa, por los bares y boliches de la ciudad, hay un momento donde todos se juntan y son atraídos por el mismo fenómeno,  cuando la música suena en el escenario gigante que preparan para las bandas. También están los Corsos en la laguna de Guaminí, la Fiesta de la cebada en Puan, los eventos en los balnearios y arroyos de cada pueblo, todos tienen el mismo factor común, agua, música y la amalgama de estos elementos que hace que generemos vínculos con otros humanos, para seguir sobreviviendo.
Acá en el sudoeste, en el país, en todo el mundo, está lleno de eventos, rituales y dispositivos que crea el humano para que la frecuencia de la vibración del agua, y las ondas de presión sonora nos mantengan en la misma sintonía; los latidos de los corazones se sincronizan, se baila, se canta, se ríe, se besan, se pelean, se llora, todas las emociones, nadie queda excluido, todos unidos bajo el mismo efecto. Quizás dentro de 14 mil años, allá en el futuro, alguien piense en el pasado, en el siglo XXI, y se dé cuenta que algunas cosas no cambiaron tanto.